jueves, 10 de marzo de 2016

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Hikari no moto yami wa umare

Muchas veces es más duro perderlo todo que no haber tenido nada nunca. Porque, aunque objetivamente lo segundo sería más desfavorable para la persona, ha aprendido a convivir con ello, se ha acostumbrado, mientras que la otra ha perdido toda su estabilidad. Cuando has tenido algo y deja de ser tuyo, tienes la experiencia de saber cómo es contar con eso y, si era positivo o bueno para ti, lo anhelas más que quien no ha tenido esa oportunidad.

Por eso, ofrecer algo a una persona sabiendo que vas a arrebatárselo con el tiempo puede llegar a ser cruel. Pero a veces es necesario, o simplemente creemos que es lo mejor en el momento, sin pensar en las consecuencias futuras que podría acarrear este hecho.

Esto, claramente, no solo funciona con los objetos materiales, sino también con los sentimientos, donde puede llegar a ser muy complicado discernir si estamos o no haciendo lo correcto. Así que tampoco debemos culparnos plenamente si las cosas no salen como esperábamos.

Por otro lado, esto nos sirve para valorar lo que tenemos. Por ejemplo, cuando enfermamos y posteriormente nos curamos, nos damos cuenta de lo bien que nos sentimos al ir recuperándonos. Luego se nos olvida, porque al estar sanos durante un tiempo volvemos a acostumbrarnos a ello y a verlo como algo normal.

Y es que tras la luz se halla la oscuridad.

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