lunes, 3 de septiembre de 2018

0

Presagio

3 de febrero de 2016, ~16:20


Siempre me había llevado a la cama a quien había querido y cuando había querido. Menos aquel día. Porque esa vez... me llevaron a mí.

Al día siguiente quedé con mis amigos como si no hubiese pasado nada. Llevaba una bufanda; no quería que se viesen las marcas. Pero él sabía que eso no era propio de mí; a pesar de ello, no tocó el asunto. 

Hubo un momento en que ya no pude soportarlo más:
Ahora vengo, chicos. Voy al baño.

Y una vez allí exploté. Estuve un buen rato llorando en silencio o, al menos, lo más silenciosamente que pude. Pero el tiempo corrió más de lo que hubiese querido, y él empezó a preocuparse más de lo que hubiese deseado. 

Fue a buscarme y, cuando oí su voz que me llamaba, me arreglé como pude y salí. Entonces me preguntó:
¿Por qué llevas bufanda? 
¿Qué pasa? Es la que me regalaste. 
No es normal y lo sabes.

Intentó quitármela, pero conseguí esquivarlo y fui hacia donde estaban los demás, así que no tuvo más remedio que seguirme.
Me voy a ir ya, no me encuentro bien.

Pareció que nadie más había notado nada extraño, así que me coloqué mi capa roja y salí. Sin embargo, cuando ya estaba en la puerta, él me agarró del brazo y me dijo:
Déjame acompañarte. Quiero ir contigo. 
No quiero que vengas -le espeté con brusquedad tras zafarme de él.

Me giré y la capa ondeó tras de mí. Comencé a alejarme sin mirar atrás. Sabía que me estaba yendo para no volver.

Después de un trecho que se me hizo interminable, llegué al puente. Ese día el río estaba muy calmado, más de lo habitual. No quise pensar en nada más. Y entonces volé, y mi capa también. Volamos en la única dirección en la que sabíamos volar.

Datos personales

Mi foto
Si quieres saber cómo soy tendrás que conocerme...
Con la tecnología de Blogger.