domingo, 14 de mayo de 2023

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Disertación sobre la intensidad

En esta sociedad de la sobreinformación, de la sobreestimulación, del cambio constante, en la que vivimos actualmente, parece que cada vez la gente necesita más que algo les produzca un pico de emoción para que sea válido, para que les parezca suficiente, para no dejarlo de lado.

El problema con los picos de intensidad es que es muy fácil que se diluyan rápidamente, generando a menudo castillos en el aire que nunca se materializan o, si lo empiezan a hacer, se quedan en poco más que los cimientos. Parece que a algunas personas esto no les importa, pero a mí las desilusiones me han llevado a tener bastantes dificultades para poder confiar en la gente.

Otra consecuencia de esto, que he vivido en más ocasiones de las que me gustaría, es conocer a una persona que empieza a hablar contigo sin parar y que, cuando ve que no va a conseguir lo que quiere de ti, simplemente te deja de hablar. Por desgracia, esto ya lleva bastante tiempo ocurriendo; no es algo que haya surgido tan recientemente.

La mayoría de relaciones que he tenido y han funcionado bien durante al menos un tiempo han aflorado en gran parte gracias a una intensidad mostrada por la otra persona y "seguir yo el juego" de alguna manera, pero casi siempre he tenido que ir poniendo límites y a menudo eso también ha hecho que esas relaciones se resientan. Por otro lado, cuando yo he intentado iniciar una relación a mi manera, sin atosigar a la otra persona, casi nunca ha funcionado bien porque no he visto ningún tipo de correspondencia o interés.

Siento que esta necesidad de intensidad se ha agravado aún más tras la pandemia; ahora necesitamos vencer una fuerza de rozamiento estática mayor para empezar a movernos, y la gente está menos dispuesta, si cabe, a organizar planes. Además, también parece que se ha producido un cansancio dirigido hacia la comunicación vía mensajería "instantánea". Utilizo comillas porque cada vez lo es menos: ya no sorprende si la respuesta a un mensaje tarda semanas o meses en llegar.

Últimamente he leído varias veces que "es mejor pedir perdón que permiso" y, aunque puedo llegar a entender el punto, estoy bastante en desacuerdo con esa afirmación. Aunque sí suele pasar que es más fácil arrepentirse de lo que no se ha hecho, hay bastantes momentos en los que, en mi opinión, es mejor pararse un segundo antes de lanzarse a hacer algo que puede tener un efecto irreversible.

Por último, y sin pretender hacer una analogía con lo que cualquier persona fácilmente imaginaría leyendo esto, siento que la gente se calienta demasiado rápido. Y por eso mismo la gente dice que soy fría, cuando en realidad el frío no existe. Simplemente me caliento a una velocidad mucho menor (e inestable, probablemente).

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