sábado, 19 de noviembre de 2016

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¿Y si mañana tan solo somos aire?

Se encontraba en un bosque en el que no había estado nunca o, al menos, no recordaba nada parecido.

¿Dónde estoy? preguntó al hombre que tenía al lado.

En el mismo lugar que yoreplicó este, levemente sorprendido.

Muy descriptivo, gracias.

Lo siento, es que tampoco tengo una respuesta mucho más acertada. Creo que estamos en el Amazonas, pero tampoco exactamente…

—¿Qué quieres decir?

Supongo que no te has dado cuenta todavía. Estás muerto, al igual que yo. Bueno, si lo quieres llamar así, porque parecemos bastante vivos, ¿verdad?

Impresionado por lo que acababa de escuchar, se miró las manos. Estaban como siempre. Después, se miró el resto del cuerpo. Tampoco consiguió apreciar ningún cambio. No había nada que le indicase que estuviese...

No te lo crees, ¿no? Mira, puedes probar a hablar con esos niños junto al lago.

Se acercó a los chicos, que no parecieron percatarse de su presencia; sin embargo, antes de intentar iniciar una conversación, se aproximó al agua, y se dio cuenta de que su reflejo era ciertamente extraño, como muy tenue. De alguna forma, comprendió que aquel hombre tenía razón: los niños y él no estaban en el mismo lugar.

Te creo, aunque no sé quién eres.

No hace mucho que llegué, pero desde el principio entendí que había dejado el otro mundo. Yo era cristiano, ¿sabes?, aunque todavía no he visto ningún Dios por aquí ni nada parecido, así que estoy empezando a dudar de mis creencias. Pero había algo, ¿ves? Siempre supe que habría algo más. Todavía no había hablado con nadie en este lugar... todavía no había aparecido nadie como tú.

Aunque no quería abandonar tan prontamente a aquel hombre, estaba empezando a impacientarse por ver qué había fuera de aquel bosque.

... en cualquier caso continuaba el señor me gusta este lugar. Me recuerda al paraíso de Adán y Eva. Quizá deba quedarme aquí...

Bueno, yo me marcho. Quiero descubrir más sobre este sitio.

Está bien, que tengas suerte.

Empezó a alejarse y, cuando llevaba ya un trecho caminado, se percató de que realmente no sabía hacia dónde se dirigía. Se paró y, de pronto, se le ocurrió una idea. «No pierdo nada por intentarlo», pensó, si es que se le podía llamar así en aquel lugar. Así que simplemente cerró los ojos y se concentró.

Y entonces la vio, aunque en lugar de sus rubios cabellos de siempre se encontró con una melena completamente negra. «Qué extraño», se dijo. Y la vio llorar. No supo si él tenía esa capacidad donde se encontraba, pero al menos no sintió la necesidad de llorar en ese momento. Ni por ella, ni por sí mismo. Lo que sabía era que estaba bien y que las personas que más quería llegarían en algún momento a ese mismo lugar…

¿O no?

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