jueves, 9 de octubre de 2014

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Se esconden en sus palabras.

Seguro que, si empiezo diciendo "el perro del ébola", cualquiera sabe de lo que hablo.

La noticia del "sacrificio" de la mascota de la auxiliar que se contagió por tratar al sacerdote que trajeron de África ha dado la vuelta al mundo muy deprisa.

A mí los perros no es que me apasionen, ni me gusta tocarlos en general. Sin embargo, creo que si se puede aislar a una persona y, de hecho, si no vieron un problema importante en traer a los que se habían contagiado, también era viable mantener al animal vivo y bien controlado para que no pueda propagar la enfermedad. Aparte de que, al menos según tengo entendido, ni siquiera se sabía si la tenía o no, y he leído también que no está claro que los perros puedan transmitir el virus a humanos. De alguna forma, esta noticia me ha impactado más que otras muchas, incluso más graves, aunque no sé explicar exactamente por qué.

En cualquier caso, independientemente de estar a favor o en contra de las medidas que se han tomado, me gustaría comentar un detalle que me ha molestado bastante, y es el hecho de llamar eutanasia al procedimiento.

La eutanasia es (definición básicamente tomada de Internet) una acción u omisión que acelera la muerte de un paciente terminal, ya sea consentida o no por el enfermo, para evitar que sufra.

Yo estudié qué era la eutanasia en una de mis bonitas asignaturas relacionadas con la religión. Correspondiendo con la definición, hay cuatro tipos, excluyentes dos a dos.

Por un lado, puede ser activa, que vendría a ser, dicho de modo más bruto, matar al paciente (siempre de modo que no sufra o lo haga lo menos posible); o puede ser pasiva, lo que implica, por ejemplo, dejar de administrar fármacos que alargan la vida pero suelen aumentar el dolor, o desconectarlo de las máquinas que lo mantienen vivo.

Por el otro, puede ser consentida por el enfermo o por sus familiares cercanos, o no serlo.

Podríamos decir que nuestro caso se acerca a la eutanasia activa no consentida. Este tipo es con el que estoy más en desacuerdo, porque puede ser que el enfermo prefiera vivir con dolor antes que dejar de hacerlo para siempre.

Pero lo importante del concepto es que el paciente padece una enfermedad incurable y que le causa sufrimiento. Ese animal estaba viviendo tranquilamente en la casa de su dueña. No entiendo cómo pueden atreverse a emplear el eufemismo de decir que es eutanasia cuando para nada lo es. Simplemente querían quitarse de encima el posible problema de que sí pudiese propagar el virus, y lo han hecho por la vía rápida.

Y así es como inocentes sufren las consecuencias de las decisiones de personas que no deberían tener la capacidad de tomarlas. Porque seguro que alguien que ha estudiado la carrera de Políticas tiene muchos conocimientos sobre seguridad sanitaria.

1 comentarios:

Augusto Mathurin dijo...

"El perro del ébola" no es un tema que salga acá en los noticieros (sí se habla de la enfermera española, aunque el ébola de todas formas tampoco es el tema protagonista en Argentina estos días) pero sí se habló mucho en las redes sociales, todos indignados obviamente.
Fue una medida totalmente apresurada, esas que suelen abundar en situaciones desesperadas. Y que se refieran como un caso de eutanasia (eso sí que no lo sabía) supongo que solo empeora las cosas. Creo que describiste la situación perfectamente.

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