domingo, 28 de diciembre de 2014

3

Unos se van y otros se quedan.

Él no tuvo suerte.

En tercero de primaria me dio clase el peor profesor que había tenido en mi vida. Era de los que siempre nos castigaban a todos por culpa de unos pocos. Seguramente los callos de mis dedos comenzaron por aquel entonces. Su frase favorita, o nuestra peor pesadilla: "No debo hablar en clase".
Normalmente, teníamos el mismo profesor durante todo el ciclo. Sin embargo, llegué a cuarto y me encontré con una mujer que no había visto nunca: una profesora nueva que iba a sustituirlo. Nos contaron que le había dado un infarto a mi anterior profesor, y que estaba en el hospital.
Poco después me dijo mi abuelita que había pedido que tuviese un resfriado o algo así, algo pequeño pero suficiente como para que no nos diese clase.
Ese año, por lo que yo recuerdo, estuvo bastante bien. La profesora era muy cariñosa, diferente a los que había tenido anteriormente, y además nos motivaba.
En quinto volvió el profesor, a pesar de que teóricamente ya no nos tocaba dar clase con él. Y diría que no fue mucho mejor que antes.

Creo que no ha de ser muy agradable para los médicos, enfermeros y demás escuchar frases del tipo "gracias a Dios" después del duro trabajo que acaban de hacer para salvar a una persona.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Intentas justificar el infarto que tuvo?

ajanda dijo...

No, en absoluto. No suelo ser supersticiosa; simplemente cuento lo que recuerdo.
Si te refieres a los castigos, tampoco pretendo que tenga nada que ver. No creo que se merezca algo así.

Anónimo dijo...

Disculpa pero buscándole un sentido apropiado tenía toda la pinta de que fuera así.

Gracias por aclararlo.

Publicar un comentario

Datos personales

Mi foto
Si quieres saber cómo soy tendrás que conocerme...
Con la tecnología de Blogger.